domingo, octubre 08, 2006

Conformación de grupos de mujeres

En México, el desarrollo del movimiento feminista y la consolidación de grupos de mujeres se pueden dividir en tres etapas[1]: primero, establecimiento y lucha entre 1970 y 1982, en esta etapa se constituyeron y definieron los grupos de mujeres; la segunda etapa es considerada como el estancamiento y despegue entre 1982 y 1990, en este tiempo hubo una reconfiguración de la sociedad y las mujeres trabajadoras urbanas, campesinas y feministas se mezclaron; y la tercera etapa en la década de 1990 donde la mayoría de las feministas se incorporaron a las ONG.

Las mujeres comenzaron a salir de la esfera privada para introducirse en la esfera política, se dio un incremento de las mujeres participando de los procesos productivos, creció el índice de alfabetización y poco a poco se han ido apropiando de su cuerpo adquiriendo el derecho a controlar su fertilidad y su sexualidad

Para las feministas, los grupos fueron una especie de territorio autónomo poblado por semejantes e iguales[2]. Estos grupos dieron a las mujeres pertenencia, seguridad en sí mismas, libertad para expresar sus opiniones, conciencia sobre el derecho a sus derechos y autonomía para elegir sus intereses.

Wicky Meyen y Virginia Vargas mencionan en su artículo “La autonomía como estrategia para el desarrollo desde múltiples intereses de las mujeres”[3] que la autonomía ha sido de gran utilidad para la consolidación de un movimiento de mujeres independiente y propositivo, además de que la condición de ser autónomo hace referencia a una multiplicidad de sujetos demandando su propio espacio y su propia voz en la sociedad.

La autonomía fue la piedra angular que sustentaba la estrategia del empoderamiento[4], el agruparse significaba conseguir una meta, lograr un objetivo, por lo tanto la autonomía no significa la panacea para resolver los problemas de las mujeres, da pie a la lucha por la fuerza y el poder, la negociación entre los mismos grupos, la sociedad y por lo tanto, las instancias gubernamentales.

En la década de los 90’s se institucionalizan[5] las prácticas feministas, las prácticas se vuelven recurrentes y éstas cambiaron hábitos y costumbres en cuanto a la participación de la mujer en la vida pública. En esta época las relaciones entre ONG, grupos de mujeres feministas, asociaciones de mujeres se diversifican y establecen nuevos lazos con las instancias gubernamentales, por lo tanto son estas relaciones las que establecen un puente entre la vida privada de las mujeres y la esfera pública.

Muchas mujeres pertenecientes a estas organizaciones civiles, a comités de vecinos, asambleas comunitarias, se han introducido al campo del poder participando como diputadas, senadoras, adquiriendo puestos clave y de influencia en la política pública que incide directamente en las mujeres de la sociedad.

Estos grupos de mujeres se han conformado en conjunto con otras mujeres y con la élite gubernamental. En Sonora, existen aproximadamente 93 grupos de mujeres en una lucha constante por mejorar sus condiciones de trabajo, económicas y de vida, que buscan erradicar la violencia de género y que día con día trabajan para mejorar la condición de ser mujer influyendo en las decisiones de gobierno.

[1] Ana Lau, El Feminismo Mexicano: Balance y Perspectivas, en Natalie Lebon y Elizabeth Maier coord., De lo Privado a lo Público, Ed. Siglo XXI, (México: 2006), pp.182.
[2] Elizabeth Maier, Acomodando lo privado en lo público: experiencias y legados de décadas pasadas, en Natalie Lebon y Elizabeth Maier coord., De lo Privado a lo Público, Ed. Siglo XXI, (México: 2006), pp.182.
[3] Wicky Meyen y Virginia Vargas, La autonomía como estrategia para el desarrollo desde múltiples intereses de las mujeres, Centro de Servicios Municipales “Heriberto Jara” A.C. y Fundación Friedrich Ebert, (México: 1997), pp. 133.
[4] Op. cit. Maier, pp. 35
[5] Op. cit. Lau, pp. 188.

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